No es lo mismo vender enciclopedias puerta a puerta que vender zapatillas de deporte para correr. Aunque en las décadas de los 60 y los 70 del pasado siglo puede que fuera más fácil encontrar una casa con el saber encuadernado en una estantería que con un par de deportivas en algún armario. En cualquier caso, para vender uno u otro producto era necesario un detalle básico: creer en ello. El estadounidense Phil Knight, fundador de Nike, fracasó vendiendo enciclopedias. Le fue algo mejor con el calzado. Soñaba con ser atleta. En realidad, soñaba con sentir lo mismo que los atletas. Un día, su mente hizo una analogía entre el éxito deportivo y el empresarial. En el fondo, le decía aquel razonamiento, el instante en el que se decide la victoria o la derrota, los detalles que hacen que el público se emocione y se ponga en pie para aplaudir con pasión, también aparecen en el mundo de los negocios. ¿Había una fórmula de sentir lo mismo que los deportistas sin ser uno de ellos? ¿Se podría trabajar en algo cuya base fuera el deporte? Es importante tener en cuenta el contexto en el que surgen estas ideas: en plena Guerra Fría y con la sociedad local mirando hacia el conflicto de Vietnam.
En Nunca te pares (Conecta), Knight ofrece una autobiografía en la que explica la fundación y los primeros pasos de la que es, hoy, una de las marcas más conocidas del mundo. Una historia de audacia, de tomar un avión y plantarse en Japón —recién terminada la II Guerra Mundial— para llevar zapatillas a Estados Unidos. De patearse competiciones, de hablar con corredores y entrenadores. De vender par a par. De emocionarse viendo un día por la televisión a un jugador de la NBA luciendo esas zapatillas. De entender la importancia de esa aparición catódica cuando tu padre te llama con alborozo para decirte que ha visto el logo en la tele. De los fracasos, de las dudas y de los problemas. De los miedos. De la impagable sensación de cerciorarte de que vas por el camino correcto y que es, precisamente, el que habías elegido.
“Cuando haces algo, cuando lo mejoras, cuando lo ofreces, cuando aportas una cosa o un servicio nuevos a la vida de un desconocido y consigues que este sea más feliz y esté más sano, seguro o mejor, y si además lo haces con cuidado e inteligencia, como debería hacerse todo, aunque rara vez ocurra, estás participando de manera más activa en el gran teatro de la humanidad. Más que limitarte a vivir, estás ayudando a otros a vivir más plenamente y, si eso es negocio, de acuerdo, entonces llamadme empresario”.
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