Muy afectada por la onda expansiva del caso Rubiales, España aterrizó poco antes de la medianoche del miércoles en la vetusta Tiflis, donde hoy (18.00, La1) se mide a la Georgia del centelleante ídolo local Khvicha Kvaratskhelia. Un tropiezo ante los aguerridos georgianos no haría más que elevar la agitación del avispero en el que se ha convertido la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), dividida entre los acérrimos adeptos del rubialismo y los que lo repudian. Además, complicaría la clasificación directa, reservada a los dos primeros de grupo, para la Eurocopa de 2024 que se celebrará el próximo verano en Alemania.
El tsunami institucional que se vive también ha terminado por salpicar a la selección, tal y como evidenció el tenso proceso de elaboración del comunicado contra Luis Rubiales y de apoyo a las campeonas del mundo leído por el capitán Álvaro Morata el pasado lunes.
La medianoche en Tiflis era cerrada cuando el autobús de la expedición aparcó en la entrada secundaria del lujoso hotel Marriot. Con la oscura ropa deportiva oficial y una bolsa que protegía de arrugas y manchas un traje de vestir, la cabellera plateada del presidente federativo interino, Pedro Rocha, resaltaba en la penumbra de la calle. El dirigente extremeño, elegido a dedo por Luis Rubiales, fue de los primeros en bajarse del autobús. Detrás de él se produjo el goteo de jugadores ojerosos por el agotador vuelo de seis horas. Solo Morata se paró a firmar autógrafos a la docena de aficionados georgianos que les aguardaban ajenos a la tensión cortante que envuelve a la selección en Tiflis.
Bajo la atenta mirada del Gobierno, que le exige acabar con el rubialismo, Rocha anda inmerso en diseñar una transición de intrigas palaciegas que desemboque en un candidato de consenso que le permita a él y al resto de los barones territoriales mantener su status quo en el fútbol. El elegido en estos momentos es el presidente de la territorial valenciana, Salvador Gomar, hombre de perfil bajo y dispuesto a acabar con el belicismo de la federación contra la mayoría de las instituciones deportivas españolas.
En los pasillos y en las mesas del acristalado claustro del majestuoso hotel, algunos internacionales detectaban ayer el ambiente tenso que preside las conversaciones de dirigentes y empleados. Las interrupciones en seco de los chismorreos cuando un bando percibe la cercanía de un enemigo potencial, así como los silencios tensos en los ascensores delatan el clima áspero que se vive. Nadie se fía de nadie. Las camarillas de la expedición también se apreciaron durante la sesión de entrenamiento en el estadio Boris Paichadze. Allí, De la Fuente solo pudo dirigir una sesión de estiramientos porque el baúl con las botas y los guantes se quedó varado en Barajas. Nada es normal estos días ni en la federación ni en la selección. El material era esperado en la madrugada.
Ante la trascendencia del partido, De la Fuente y los futbolistas tratan de evadirse como pueden del conflicto interno que se vive. En la sala de prensa, el director de comunicación. Pablo García Cuervo, anunció que tanto el seleccionador como Rodri, uno de los capitanes, solo responderían preguntas deportivas. “Es una situación poco agradable que nos la encontramos todos, incluido el mister, y no ha sido fácil para él. Nos ha transmitido toda la fuerza para que nos centremos en la parte deportiva, que es la clasificación y hablar de fútbol, que es lo que queremos todos”, dijo el mediocentro del Manchester City.
Poltrona o imagen
En el fondo, lo que se dirime es si lo primordial es defender la poltrona de Rubiales a costa de sacrificar la imagen reputacional de la federación para ello. Esto ya ha sucedido con los comunicados emitidos desde la federación contra Jennifer Hermoso o con la carta a la UEFA que envió el secretario general, Andreu Camps, y que puso en peligro la participación de todo el fútbol español en los torneos internacionales.
El propio seleccionador está envuelto en esa batalla entre los que desarrollan su trabajo bajo el escudo de la federación y los que lo hacen con el objetivo de servir al presidente suspendido por la FIFA. Esto ha provocado que la relación entre De la Fuente y el director deportivo, Albert Luque, se haya enfriado en los últimos días.
El exjugador del Mallorca y el Deportivo es un hombre de confianza de Luis Rubiales. Fue elegido por el dirigente granadino para reemplazar a José Francisco Molina tras el Mundial de Qatar. El comunicado que leyó el pasado viernes el seleccionador antes de ofrecer la lista de convocados, y en el que se desligaba claramente de Rubiales, ha marcado distancias entre ambos.
También los jugadores observan con recelo a Luque desde que Morata leyó el lunes el escrito. No permitieron que interviniera. Tampoco hubieran consentido si hubiese tratado de frenarlo porque aludían con dureza a Rubiales. Este era el punto más complicado de los cuatro y, ante las dudas de algunos, Morata dijo que él no tenía problema en leerlo junto al resto de todo el comunicado.
Bajo ese clima de alta tensión, el objetivo de Luis de la Fuente y de los internacionales españoles es enderezar en la capital georgiana la clasificación para el europeo. La inesperada derrota en Escocia (2-0), que ensombreció, cuatro días después, el digno estreno de De la Fuente ante una Noruega (3-1) debilitada sin la presencia de Erling Haaland, ha situado a La Roja en una penúltima posición de grupo que chirría al observar la clasificación. Como todo en el avispero que vive La Roja en Tiflis.
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