La resistencia bacteriana a los antibióticos se ha convertido en una de las amenazas más graves para la salud pública a nivel mundial. Este fenómeno ocurre cuando las bacterias evolucionan y desarrollan mecanismos que les permiten sobrevivir a los tratamientos antibióticos, lo que dificulta o imposibilita la cura de infecciones comunes. Las consecuencias de esta resistencia son alarmantes: se estima que en 2019, aproximadamente 1,27 millones de personas murieron directamente debido a infecciones resistentes, y cerca de 5 millones de muertes estuvieron relacionadas indirectamente con este problema.
Las causas de la resistencia bacteriana son múltiples y complejas. Entre las principales se encuentran el uso excesivo e inadecuado de antibióticos en la medicina humana y veterinaria, la automedicación, la interrupción prematura de tratamientos y la falta de medidas adecuadas de prevención y control de infecciones. Además, la utilización de antibióticos en la agricultura y la ganadería para promover el crecimiento de los animales y prevenir enfermedades ha contribuido significativamente a la propagación de bacterias resistentes.
Las secuelas de la resistencia bacteriana son desastrosas. Las enfermedades que antes se curaban con facilidad ahora necesitan terapias más largas, costosas y con más efectos adversos. Esto no solo incrementa el gasto económico en el sector salud, sino que también compromete procedimientos médicos críticos, como intervenciones quirúrgicas, trasplantes y terapias contra el cáncer, que dependen de la efectividad de los antibióticos para evitar infecciones. Asimismo, la resistencia bacteriana pone en peligro el progreso logrado durante décadas en la medicina contemporánea.
Para abordar esta situación crítica, es esencial implementar una estrategia completa y colaborativa que integre a todos los sectores de la comunidad. Dentro de las acciones principales se encuentran:
- Empleo prudente de antibióticos: Es vital que se administren antibióticos solo cuando sean esenciales y siempre con receta médica. Los sanitarios deben adherirse a las recomendaciones clínicas y evitar la prescripción innecesaria de estos fármacos.
- Información y sensibilización: La ciudadanía debe ser conocedora de los peligros de la automedicación y la importancia de seguir los tratamientos antibióticos según lo indicado por el médico.
- Control de infecciones: Adoptar medidas de higiene adecuadas, como lavarse las manos, vacunarse y gestionar adecuadamente las infecciones en centros de salud, puede disminuir la diseminación de bacterias resistentes.
- Innovación e investigación: Es fundamental destinar recursos a la investigación de nuevos antibióticos, opciones terapéuticas y métodos rápidos de detección para identificar infecciones resistentes.
- Regulación en el sector agropecuario: Restringir el empleo de antibióticos en animales para el consumo humano y fomentar prácticas agrícolas responsables puede reducir la aparición de bacterias resistentes.
El ámbito internacional ha reconocido la seriedad de la resistencia a los antibióticos y ha comenzado a implementar acciones. En la septuagésima novena Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Resistencia a los Antimicrobianos, los dirigentes globales aprobaron una declaración política con objetivos claros, como disminuir en un 10% las muertes humanas anuales ligadas a la resistencia bacteriana para el año 2030. Asimismo, se comprometieron a financiar planes de acción nacionales y a adoptar un enfoque de «Una salud», que admite la conexión entre la salud humana, animal y del medio ambiente.
La batalla contra la resistencia de las bacterias es una obligación compartida que demanda la cooperación entre gobiernos, trabajadores de la salud, la industria, agricultores y la población. Solamente a través de un esfuerzo común y continuo se podrá mantener la efectividad de los antibióticos y asegurar que las futuras generaciones puedan disfrutar de los logros de la medicina moderna.