Si el límite en Pekín se llamó Jannik Sinner, esta vez, en Shanghái, quien pone freno a la andadura de Carlos Alcaraz es Grigor Dimitrov, aquella ensoñación traicionera que un día hizo imaginar al aficionado que podría disfrutar de una continuación de Roger Federer; nunca igual que el suizo, por supuesto, pero al menos parecida en el corte: elegante, liviano, sofisticado revés a una mano y de tenis ingrávido. Todo lo tenía. Y lejísimos se ha quedado. Aun así, el búlgaro es un tenista formidable que pese al decaimiento progresivo y a todas las circunstancias es capaz de ofrecer momentos brillantísimos como el protagonizado este miércoles en Shanghái, donde logra una medalla honorífica al batir en tres sets al español, hasta ahora prácticamente infalible a la hora de aterrizar en los cuartos de final de los torneos. No figurará esta vez en el cartel: 5-7, 6-2 y 6-4, tras 2h 09m.
Da la impresión de que a Alcaraz se le está haciendo larga la temporada. Con 72 partidos a las espaldas, distribuidos en 15 torneos a los que se les añade el compromiso veraniego de la Copa Hopman ––, el tenista murciano cierra su primera gira en Asia con mal sabor de boca, porque además de no haber podido levantar otro trofeo –suma seis esta temporada, más que ningún otro jugador– se atenúa el aliciente de acabar el curso en lo más alto del ranking. Las matemáticas dicen que independientemente de lo que él haga de aquí a final de año, será complicado que desbanque al serbio Novak Djokovic. No tuvo fortuna en Pekín, rendido allí por el formidable Jannik Sinner, ni la encuentra tampoco en este último escenario, testigo de una versión insospechada de Dimitrov. Había derrotado al búlgaro en los tres cruces previos, en los que no cedió un solo set. Pero esta vez paga caro un día torcido.
Venía Alcaraz resolviendo con oficio los partidos, pero a la vez ofreciendo en algunos instantes la sintomatología de que empiezan a pesarle las piernas y, sobre todo, la exigencia mental que supone ser el gran señalado allá por donde pasa. El frenético ritmo de la primavera y el verano empiezan a hacer mella en todos los jugadores y el murciano no es ajeno a la erosión, por más que tenga 20 años y una carrocería portentosa. Ya precisó de un descanso tras el US Open y estas semanas en China su expresividad no ha sido la que acostumbra en los buenos días. Sucumbió ante el italiano Sinner, que mentalmente le ha ganado la partida por ahora, y tras sortear la espinosa ronda previa contra Daniel Evans a base de paciencia cede en Shanghái ante Dimitrov, que había advertido la fórmula en la intervención del británico.
“Sabía cómo tenía que jugar para ganarle”, afirma a pie de pista el búlgaro. “Debía generar una presión constante y llevarle hacia posiciones incómodas. No le gusta verse en esa situación”, añade el ganador, que por instantes recuerda a aquel joven que maravilló en su irrupción, tan delicado como contundente en el golpeo, e inteligente en el abordaje táctico sobre el español. No tengo prisa, le viene a decir. Peloteemos, adelante. Y pese a encajar una puñalada en el desenlace del primer parcial, en el que servía para adjudicárselo y se queda con la miel en los labios gracias a dos puntos descomunales del murciano, se levanta y contragolpea con todo el repertorio; esto es, solidificándose –tan solo 3 errores en la segunda manga– y llevando la iniciativa, cortando y cortando (la fórmula Evans) e invirtiéndose con la derecha y abriendo el servicio para poner la bola allí donde es inalcanzable.
Constantemente a remolque, Alcaraz se inclina. “Me mantuve firme, eso era lo principal”, razona Dimitrov, campeón de la Copa de Maestros en 2017, ahora 19º en la lista de la ATP. “Fui muy estable y saqué muy bien cuando lo necesitaba”, agrega el búlgaro, que se enfrentará el viernes al chileno Nicolás Jarry (6-3, 5-7 y 6-3 a Diego Schwartzman) en un cuadro que pocos podrían imaginar, dado que ya han desaparecido casi todas las figuras. Únicamente resiste un top-10, el ruso Andrey Rublev. El cansancio pasa factura a todos, víctimas de un calendario infernal. No están Ruud ni Sinner, tampoco Tsitsipas ni Medvedev. Y ahora cae Alcaraz, que disponía de una gran ocasión para reducir el trecho respecto a Djokovic.
“Debo aprender a mantener la concentración en determinados momentos, como al inicio del segundo set [break en contra de entrada]. Cometí algunos errores que no tocaban y él no me ha dejado volver al partido. Lo he intentado, pero no he sido capaz. He estado todo el rato defendiendo”, analiza el de El Palmar, que esta temporada había alcanzado los cuartos en todos los torneos a excepción de Roma, donde fue superado en la tercera ronda por el húngaro Fabian Marozsan; “Creo que estoy jugando bien, pero tengo que trabajar más en algunas cosas si quiero vencer a los mejores. Tengo la sensación de que él ha jugado muy bien y de que su nivel ha estado por encima respecto a los partidos previos. No ha tenido un solo altibajo. Pensé que saldría de forma distinta del primer set, que fue duro para él”.
Con la gira europea bajo techo en el horizonte, Basilea (del 23 al 29 de octubre) y después París-Bercy (del 30 al 5 de noviembre), antes de afrontar la cita final en la Copa de Maestros (del 12 al 20), Alcaraz y los suyos regresan a casa con deberes por hacer. Intactas la fantasía y la pegada, se impone recuperar la lucidez.
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