Rusia ha vetado este jueves, temporalmente y con efecto inmediato, las exportaciones de gasolina y gasóleo con el fin de estabilizar el mercado interior. La prohibición no se aplica al combustible suministrado a los miembros de la Unión Económica Euroasiática, liderada por Moscú e integrada por Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguistán. Rusia es el cuarto mayor productor de diésel del mundo, tras Estados Unidos, China e India.
Aunque la medida no tiene efecto directo sobre los países de la UE —donde las compras de carburante ruso ya estaban prohibidas—, la previsible salida de un volumen significativo de gasóleo del ya de por sí tenso mercado internacional sí ha provocado un repunte de alrededor de un 5% en el precio mayorista del gasóleo en el Viejo Continente, hasta rebasar el umbral de los 1.000 dólares (988 euros) por tonelada. El crudo brent, el de referencia en Europa, dejó atrás los números rojos del tramo inicial de la jornada para cerrar la sesión en tablas.
“Las restricciones temporales ayudarán a saturar el mercado de combustibles, lo que a su vez reducirá los precios para los consumidores”, ha declarado el Gobierno de Vladímir Putin en un comunicado. Según el Ministerio de Energía ruso, la medida impedirá las exportaciones “grises” de carburantes, en referencia a las ventas en canales no autorizados por el Kremlin. Este tipo de operaciones se han multiplicado a raíz de las contundentes sanciones occidentales sobre Moscú, que ha obligado a los productores rusos —acostumbrados, antes de la guerra, a colocar su producto en la UE— a buscar urgentemente nuevos compradores.
Insumo clave en el campo ruso
En los últimos meses, Rusia ha sufrido escasez de gasolina y gasóleo. Los precios al por mayor de los carburantes se han disparado, aunque los precios al por menor tienen un tope para intentar frenarlos en línea con la inflación oficial. La crisis ha sido especialmente dolorosa en algunas zonas del granero del sur de Rusia, donde el combustible es crucial para recoger la cosecha de cereales. En clave política, una crisis grave de precios de los carburantes podría resultar incómoda para los intereses del Kremlin en vísperas de las elecciones presidenciales de marzo.
En clave externa, la prohibición temporal de las exportaciones rusas es un aldabonazo para las cuentas de resultados de las petroleras occidentales, que muy probablemente vean aumentados sus ya de por sí jugosos márgenes de refino. Tras unos meses de relativa distensión, el consumo pujante y el descenso de los inventarios —en ambos casos, mayores de lo anticipado— han vuelto a poner al diésel en el ojo del huracán. Aunque la subida en el precio de los carburantes ha sido general, ésta ha sido especialmente acentuada en el caso del gasóleo, todavía vital en el transporte, la industria y el campo.
Los operadores afirman que el mercado del combustible se ha visto afectado por factores como el mantenimiento de las refinerías de petróleo, los cuellos de botella en los ferrocarriles y la debilidad de la moneda nacional, el rublo, que abarata y —por tanto— incentiva las exportaciones de combustible. En los 20 primeros días de septiembre, Rusia ya ha recortado sus exportaciones marítimas de gasóleo en casi un 30% respecto al mismo periodo de agosto, según datos de los operadores y de la LSEG.
“Para estabilizar la situación del mercado de combustibles, el Gobierno ha elevado los volúmenes de suministro obligatorio de gasolina de motor y gasóleo a la bolsa de materias primas”, se lee en el comunicado del Ejecutivo. “También se ha establecido un control diario de las compras de combustible para las necesidades de los productores agrícolas con un rápido ajuste de los volúmenes”. El año pasado, el país euroasiático exportó 4,8 millones de toneladas de gasolina y casi 35 millones de toneladas de gasóleo, siete veces más.
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